lunes, 7 de diciembre de 2009

CAPITALISMO NEOLIBERAL vrs. DEMOCRACIA

El Salvador está enfrentando grandes retos en un momento trascendental de su historia. Por vez primera, desde la conquista y posterior colonización de nuestra tierra, la independencia, la guerra civil, la firma de la paz y tras 20 años de gobiernos de ARENA; la izquierda logra acceder al poder ejecutivo del país a través del FMLN junto a una alianza con la centro derecha y centro izquierda del país, dando pie a la posibilidad de consolidar nuestra democracia y construir un verdadero Estado de Derecho.

Sabemos sin embargo que las condiciones del país, en las que está inmerso este novel gobierno, no son para nada fáciles. La crisis global del capitalismo ha golpeado a todas las naciones, especialmente a aquellas más dependientes de los Estados Unidos como la nuestra; sumado a esto, la situación en que la derecha entrega el Estado es deplorable, con una deuda gigantesca y una muy debilitada institucionalidad; además del auge imparable -hasta el momento- de la criminalidad. Y para culminar un año de fuertes acontecimientos, sufrimos nuevamente, la tragedia por el embate de la naturaleza debido a nuestra profusa vulnerabilidad ambiental, incrementando la ya complicada situación con que la izquierda recibía el poder ejecutivo del país.

Está claro que los problemas que arrastra nuestra incipiente democracia no se pueden solucionar en 5 años y mucho menos en 6 meses, pero sí es posible marcar el camino hacia un nuevo horizonte. En este marco de crisis económico-social y de tragedia medio ambiental, es necesario que valoremos la viabilidad, para nuestro país, del sistema político económico que se ha venido aplicando desde el fin de la guerra: el capitalismo neoliberal. ¿En verdad ha ayudado a la consolidación de nuestra democracia? ¿Ha creado un verdadero libre mercado que permita el desarrollo y crecimiento económico para toda la población? ¿Ha reducido la brecha entre ricos y pobres? ¿Ha mejorado las condiciones de vida para todos y todas las salvadoreñas? ¿Ha fortalecido al menos la institucionalidad del país?

La crisis global del capitalismo, la deuda que tiene con la construcción de un Estado de Derecho; su incapacidad para distribuir la riqueza que generan hombres y mujeres, y su carácter patriarcal, dominante, excluyente y discriminatorio, nos obliga a hacer una reevaluación del mismo y a profundizar la relación que existe entre éste y el sistema democrático que tratamos de construir.

Como izquierda hemos hablado desde siempre acerca de que, los problemas en nuestro país son de carácter estructural, es decir, están en estrecha relación con la política económica impuesta. No es posible seguir negando que las acciones del capitalismo neoliberal, destruyen la identidad y autodeterminación de los pueblos y sus naciones, sobre explota sin misericordia los recursos naturales del planeta, y tiende al aumento de la concentración de la riqueza, la tierra y los medios de producción en un afán de hegemonía comercial que beneficia ampliamente los intereses económicos de las grandes transnacionales; algo que ya señalaban Marx y Engels desde 1848:

“La burguesía, al explotar el mercado mundial, […] destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. […] La burguesía […] Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.”

Aunque las derechas declaran la muerte de Marx, el Comunismo y el Socialismo desde hace décadas, al revisar sus postulados pareciera que no han pasado sino un par de años desde sus primeras publicaciones. La vigencia y actualidad de su pensamiento es tan palpable ahora, como las caídas de las bolsas mundiales. Por ejemplo, en el manifiesto, hace más de 160 años, se plantea la subordinación de los Estados a los intereses de la burguesía y sus capitales:

“Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.”

Este planteamiento, a lo largo de los años no ha hecho otra cosa que no sea consolidarse. Los tratados de libre comercio son el mejor ejemplo de ello. Nuestro país para ratificar el TLC con EU tuvo que adecuar y cambiar su marco jurídico, comprometiendo y debilitando nuestra institucionalidad y soberanía:

“… la dimensión del CAFTA-DR […] no significa solamente en acuerdo comercial sino que afecta el andamiaje jurídico de nuestros países, comprometiendo su soberanía al servicio de empresas transnacionales.”

La gran pregunta ahora es, si desde hace tanto tiempo la izquierda viene planteando los problemas del capitalismo, ¿Por qué no ha podido superarlo? La fuerza del capitalismo reside en su capacidad de encubrir, trastocar y transmitir como “sus valores y principios”, aspectos ideológicos, políticos y económicos, como la libertad individual, el libre comercio, la propiedad privada, la libre expresión y demás; como derechos comunes a todos y todas. De tal manera que en la sociedad, las personas, la mayoría de hombres y mujeres, asumen, interiorizan e identifican que los intereses y derechos que les atañen a ellos/as, son los que defiende el capitalismo; de manera tal, que éste logra representarse a sí mismo como el sistema económico y político que defiende un ideario de libertades que se construyen sobre un estamento democrático. En consecuencia, hablar de capitalismo es hablar de democracia. Por el contrario, pero en la misma línea, a partir de la guerra fría, el imperialismo estadounidense, señaló al socialismo como un sistema dictatorial, antidemocrático y represivo de las libertades humanas. El sistema totalitarista, frente al cuál había que luchar.

“… Si atendemos a la situación mundial después de la derrota del fascismo en 1945, el escenario internacional se polarizaba entre el capitalismo y el comunismo. […] mientras en Oriente los soviéticos utilizaban los términos según la dupla mencionada, […] En Occidente, la Guerra Fría fue presentada como una batalla entre la democracia y el totalitarismo. El bloque occidental no utilizaba el término “capitalismo” para autoreferenciarse, ya que éste era considerado básicamente un concepto del enemigo, un arma contra el sistema en lugar de una descripción del mismo. Occidente se expresaba en nombre del “Mundo Libre” y no del “Mundo Capitalista…”

A medida que la hegemonía de los EEUU se incrementaba luego de la segunda guerra mundial, las formas de dominación ideológica se fueron expandiendo. Sin duda que un fuerte complemento en la expansión del capitalismo moderno han sido los medios de comunicación. Al asumirse como “defensor del mundo libre” el imperialismo occidental, comienza una ardua lucha ideológica que impulsa a través de la maquinaria mediática, generando y manipulando la opinión pública, distorsionando los hechos de la realidad para defender sus posturas imperialistas, exponiéndolas como democráticas; mantenido a su disposición un sin fin de periódicos, revistas, radios y canales de televisión. Sin embargo, los medios de comunicación son solo una parte de lo que Louis Althusser define como los “Aparatos Ideológicos del Estado” y que sirven para la “reproducción de las condiciones de producción” junto con el sistema educativo, religioso, jurídico, sindicatos etc.

“…los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias “adiestran” con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la familia... También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por mencionar sólo una forma), etcétera.”

Al fracasar el socialismo real, estos aparatos ideológicos no tuvieron mayor oposición dejando el camino abierto a la expansión planetaria del capitalismo: la globalización de los mercados. Pero poco a poco la población mundial va comprendiendo que entre capitalismo y democracia existen grandes contradicciones y que los intereses del primero poco tienen que ver con los del segundo. Las luchas de los movimientos sociales comienzan a ser escuchadas por aquellas personas que por comodidad con el sistema, han preferido ignorarlas. Pero los problemas son tantos, que poco a poco va cayendo la máscara. No es posible seguir obviando que con tal de mantener sus privilegios el imperialismo norteamericano, bajo el argumento de la “defensa de sus intereses”, pisotea el derecho internacional con la ayuda de otros gobiernos, que aunque parecieran independientes, son simples lacayos que no pueden decir que no a las órdenes del amo. Pero los pueblos, tarde o temprano, abren los ojos y se ponen de pie.

“A comienzos de 2003 Europa ha visto las manifestaciones callejeras más grandes de toda su historia en contra de la guerra que se preparaba en Medio Oriente. En España, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, millones de personas salieron a las calles a expresar su oposición a la invasión de Irak –incluso muchos ciudadanos norteamericanos optaron por manifestarse en contra de esta guerra.”

Ahora bien, el estandarte del capitalismo es el libre mercado, ante el cual el Estado debe estar sometido, pues según las derechas, la dinámica de los mercados equilibra la vida social y permite el desarrollo y crecimiento económico para toda la población, sin necesidad de que el Estado intervenga, salvo para proteger las condiciones que este sistema requiera para funcionar. Pero… ¿realmente es así?

Para valorar la realidad de los planteamientos de las derechas vamos a remitirnos a las tesis de las 4 contradicciones que establece Atilio A. Boron entre los Mercados y la Democracia . Para este autor la incompatibilidad de estos sistemas se expresa en los siguientes términos:

1. ¿Poder ascendente o descendente? Mientras que la democracia es un sistema que tiene por base la igualdad jurídica y la plena autonomía de los/as ciudadanos/as en donde los y las mismas participan en la construcción de la autoridad pública, a través de diversos medios -votaciones, cabildos, debates, elección de representantes, que en teoría deben responder al mandato popular-. Es decir que el poder de la democracia se construye de abajo hacia arriba (lógica ascendente) dado que al final el pueblo cede, delega, su derecho a la opinión y decisión a una persona o grupo de personas, en las que percibe reflejado su pensamiento, para guiar el rumbo del País. Por el contrario en el mercado el poder se concentra arriba, obedeciendo a una lógica descendente: son los grupos que se benefician con el funcionamiento del mismo quienes tienen “capacidad de "construirlo", organizarlo y modificarlo a su imagen y semejanza, y lo hacen de arriba hacia abajo con criterios diametralmente opuestos a los que presiden la constitución de un orden democrático”.

De tal manera que si en la democracia el poder reside en la base popular que lo construye, de cara a la satisfacción de las necesidades de todas y todos los miembros que la componen, en el mercado el poder esta en aquellos que se benefician de él. En el mercado no existe ninguna pretensión de igualdad e inclusión, propia de un orden democrático; en el mercado rige la ley del más fuerte, y el más fuerte, es el que logra manipularlo a su conveniencia.

2. ¿Participación o exclusión? La lógica de la democracia es “incluyente, abarcativa y participativa, tendencialmente orientada hacia la creación de un orden político fundado en la soberanía popular”. Es importante tener claro, cuando hablamos de democracia, que es lo que esperamos de ella. El capitalismo utiliza este concepto para justificar su hacer, bajo la premisa del desarrollo democrático, impulsa medidas económicas de las que se benefician solamente los grandes capitales transnacionales y donde la soberanía popular no representa ni vale nada. El neoliberalismo se ha encargado de presentar a la política y a la administración pública como algo totalmente ineficiente y corrupto. Contrario a la empresa privada, quien debe tener mayor peso en la sociedad, pues es mucho más eficiente y libre de corrupción. Logrando de esta manera que los y las ciudadanas no participen en la discusión de los asuntos públicos, autoexcluyéndose de la toma de las grandes decisiones.

La búsqueda de la construcción de un poder popular por parte de la democracia busca la inclusión y participación de todos los sectores de la sociedad que dan cuerpo a un país, por el contrario en el mercado no existe una dinámica de inclusión o de participación de todos o todas; “… prevalecen la competencia, la segmentación y la selectividad, el mercado opera sobre la base de la competencia y la "supervivencia de los más aptos", y no está en sus planes promover el acceso universal de la población a todos los bienes que se transan en su ámbito. Como reza el neoliberalismo, el mercado es un espacio privado y para ingresar en él es preciso adquirir un billete de entrada […] La participación en el consumo, a diferencia de la participación en la vida democrática, lejos de ser un derecho es en realidad un privilegio que se adquiere de la misma manera que cualquier otro bien en el mercado. Si en la democracia la participación de uno exige y potencia la participación de los demás, en el mercado el consumo de uno significa el no consumo del otro”.

3. ¿Justicia o ganancia? La democracia al tratar de construir un poder popular que organice el funcionamiento de la sociedad y el Estado, toma como base el valor de la justicia, es decir que cada ciudadano y ciudadana dentro de una democracia al ser en esencia igual jurídicamente, tiene acceso a los mismos derechos y responde a las mismas obligaciones que todos y todas las demás, sin exclusión o discriminación por género, preferencia o identidad sexual; ni por creencias religiosas, edad, clase o estatus social, pertenencia étnica y/o capacidades especiales. En este sentido la justicia se convierte en principio generador y fin último de la democracia. “…es muy improbable y más que problemática la sobrevivencia de la Democracia en una sociedad desgarrada por la injusticia, con sus desestabilizadores extremos de pobreza y riqueza…”

Todo lo contrario al mercado, en donde la justicia es algo totalmente ausente en su propia dinámica, tanto por su estructura como por su lógica interna y los fines que persigue. Si en la democracia el principio y el fin, es el logro de la justicia, en los mercados el principio y el fin es la ganancia, “…el rédito y no la equidad. La justicia es una molesta distorsión "extra económica" que interfiere en el cálculo de costos y beneficios y que sólo puede tener un efecto paralizante en la dinámica impiadosa de los mercados”.

Entonces, ¿puede funcionar un sistema cuya última finalidad es el lucro sin tomar en cuenta las consecuencias que genera la filosofía del “fin justifica los medios”, dentro de una sociedad que busca construir, sobre el pilar de la justicia, un Estado Democrático? ¿Puede el capitalismo neoliberal conducir a una sociedad donde prive la justicia, cuando para mantener su propia dinámica necesita de una masa de hombres y mujeres cuya única propiedad sea su fuerza de trabajo, para venderla cuando el empresario necesite comprarla, al precio que éste último impone?¿Cuándo para mantener las multimillonarias ganancias de las transnacionales, debe mantenerse una creciente ansia de consumo, en una población que piensa que eso es la libertad, el consumismo de una gran cantidad de artículos suntuosos y que al obtenerlos, obtiene también una posición de prestigio y privilegio por sobre los demás que no pueden tener acceso a ellos, pues no trabajan lo suficiente para pagárselos? Esa es la libertad capitalista: el consumismo. La justicia no es algo que entre en ese esquema, pues no genera riqueza al sopesar el principio del costo-beneficio.

4. ¿De la polis a los mercados o de los mercados a la polis? A lo largo de los años, la lucha de los y las trabajadoras, las feministas, los sindicatos, los partidos de izquierda, las organizaciones que representan a diversos sectores populares han ido cosechando triunfos por los cuales “una amplia gama de exigencias y necesidades consideradas "privadas" en el capitalismo decimonónico –como la salud, la educación, la seguridad social, la recreación, etc. – se convirtieron en bienes colectivos”. Estas luchas demuestran la lógica expansiva que tiene la democracia, es decir que las victorias logradas por unos y otras, se extienden al resto de la sociedad, y no son logros que se restringen al sector o grupo que los alcanzó.

Sin embargo, en la contra ofensiva del capitalismo neoliberal, se da todo lo contrario, un fuerte impulso privatizador de aquellos derechos ya alcanzados, al tiempo que se da un retroceso en la fortaleza del Estado, desprendiéndose éste de sus funciones como garante de los derechos ciudadanos, en beneficio de una mercantilización de los mismos, dándole a la empresa privada la responsabilidad de administrarlos, pero bajo una visión de productos de consumo, en lugar de derechos civiles o humanos: “Derechos, demandas y necesidades previamente consideradas como asuntos públicos se transformaron, de la noche a la mañana, en cuestiones individuales ante las cuales los gobiernos de inspiración neoliberal consideran que nada tienen que hacer salvo, eso sí, crear las condiciones más favorables para que sea el mercado quien se encargue de darles una respuesta. Si antes la salud, la educación o el más elemental acceso al agua potable eran derechos consustanciales a la definición de la ciudadanía, la colonización de la política por la economía los convirtió en otras tantas mercancías a ser adquiridas en el mercado por aquellos que puedan pagarlas.”.

Como podemos ver, las tesis de este autor, nos muestran la gran contradicción que existe entre la democracia y los mercados capitalistas neoliberales, y como éstos, lejos de construir una sociedad donde prive la justicia, construyen sociedades consumistas y desequilibradas, donde los objetivos individuales son la obtención de ganancias que permitan el acceso a los privilegios que vende el capitalismo como libertades democráticas. ¿Es esto lo que queremos para nuestro país?

Para la izquierda revolucionaria salvadoreña está claro que este gobierno no representa aún los intereses de las grandes mayorías populares, pero puede sentar las bases para la construcción de un verdadero Estado de Derecho al fortalecer al menos la institucionalidad del país, incluyendo la visión de género a sus políticas, exigiendo un verdadero trabajo y un adecuado funcionamiento a una Fiscalía General de la República o a la Corte de Cuentas; modernizando a la PNC; reformando el sistema educativo para formar hombres y mujeres analíticas y criticas que hagan algo más que adaptarse al sistema, fortaleciendo a la Universidad Nacional de El Salvador y a otras instituciones importantes dentro de un sistema democrático. Pero hay que tener claro que mientras no se cambie el sistema político económico los grandes problemas estructurales de nuestro país no encontrarán solución, ni a corto ni a largo plazo.

La reconstrucción que ahora inicia nuestro pueblo debe darse sobre una nueva visión político-económica, que estimule el desarrollo de una economía verde, con políticas de sustentabilidad y recuperación medioambiental, que potencien modelos alternativos al capitalista para la generación de riqueza, reevaluando al mismo tiempo la concepción de la “riqueza” que el ser humano es capaz de crear. Que desmonte el estado patriarcal y donde se apliquen políticas de seguridad, inclusión y participación político-social, sin exclusiones por género, edad, preferencia o identidad sexual o creencias religiosas y/o pertenencia étnica. Donde se fortalezca la institucionalidad estatal, para garantizar los derechos a los que todos y todas debemos tener acceso. Sólo así el desarrollo y crecimiento económico será equilibrado, justo, solidario, equitativo y amigable con el medio ambiente y el ser humano.

En estos primeros meses se han dado pequeños pero importantes avances en lo que respecta a la identidad política de este novel gobierno de izquierda; como una nueva visión para administrar los problemas del sistema carcelario; la postura firme para impulsar una reforma fiscal necesaria, aunque todavía superficial y por ende insuficiente; el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba; el rescate de la dignidad de algunas de las víctimas que fueron asesinadas durante la guerra, como es el caso de monseñor Romero, los padres jesuitas y sus asistentes; una nueva visión también, en la Academia Nacional de Seguridad Pública, que busca humanizar la formación de los y las agentes de la Policía Nacional Civil; la construcción de un escenario como el CES (Consejo Económico y Social) donde se le abren las puertas a los movimientos sociales, sindicatos, Ong’s, empresa privada y otras más, para discutir las políticas que el gobierno planea implementar.

Pero, también hay deudas, como la construcción de la presa el chaparral so pretexto de la necesidad energética; no existe una investigación formal sobre la corrupción durante los gobiernos de ARENA; la falta de una política exterior fuerte e independiente, correspondiente con los intereses nacionales; la salida del ejército nacional a las calles para combatir el auge de la delincuencia y la criminalidad.

Es un largo camino el que hay que recorrer para la construcción de un Estado Democrático, es necesario comenzar de una vez. Frente a toda esta problemática ¿cual es la opción si el denominado socialismo real ya fracaso? ¿El socialismo del siglo XXI? Esa es la discusión que deseamos introducir.