jueves, 26 de septiembre de 2013

El Eterno Discurso del Miedo de la Derecha.

No sé que pueda ser peor, si el eterno discurso del miedo de esta derecha cada vez más desarticulada, o el pseudo análisis superficial de una realidad que en definitiva desconocen o se esfuerzan por distorsionar. Al final no hacen sino citar una tras otra, las mismas historias de terror sobre el socialismo que oyen por ahí o que les piden que resuciten para tratar de mantener la zozobra entre la población menos preparada para descifrar sus mentiras.

El principal problema de esta triste derecha es que no estudia, no se informa ni se forma; no investiga, ni profundiza. Se conforman con las frases hechas y con los guiones preestablecidos; con hilvanar un par de ideas reaccionarias en penosos discursos sobre la libertad (que son aplaudidos y pagados por los conservadores y ortodoxos capitales oligárquicos) pero al final terminan contradiciéndose con planteamientos llenos de absurdos conceptos. Por eso no pueden superar su ya tan triste y gastado discurso del miedo ¡pero es que en realidad ellos sí tienen miedo! Sufren, tienen pesadillas, escalofríos, fiebres, terror a perder sus privilegios de clase y tener que trabajar.

Este último artículo que he leído Un sabio comunista y la izquierda light. me ha consternado por, entre muchas otras cosas, esta contradictoria y desconcertante aseveración:

"para los que criticamos el sistema cubano está claro que es imposible visualizar un giro dentro de su isla sin conservar ventajas como la educación gratuita, cobertura médica universal, vivienda, agua, electricidad, seguridad, pero sobre todo una vida tranquila, segura y tristemente HOLGADA sin mucha responsabilidad."

¿Por qué él y otros como dice, están en contra de un sistema que garantiza derechos humanos a sus ciudadanos como el acceso a la educación, salud y vivienda; donde hay garantía de servicios como agua (que es otro derecho humano) y electricidad; que además no solamente garantiza seguridad sino que sobre todo y en consecuencia, proporciona una vida tranquila? ¿Por qué alguien en su sano juicio no estaría de acuerdo en llevar una vida segura y tranquila? ¿Será que son tan masoquistas que les gusta esta ignominia en la que vivimos? ¿O será porque el capitalismo no se preocupa de los derechos humanos sino por el contrario le interesa mantener el sistema que garantiza la concentración de la riqueza y la realidad de Cuba es una grave amenaza a el?

En ese párrafo la crítica es a lo que él considera el pecado de la sociedad cubana: una vida "tristemente holgada sin mucha responsabilidad". Aquí nos presenta primero, el mayor de los mitos capitalistas sobre el socialismo: que nadie trabaja por que el Estado se encarga de todo. Y segundo pone de manifiesto el enorme desconocimiento y la falta de respeto hacia su cultura.

En primer lugar, la derecha sigue queriendo convencer a los menos preparados, de que en el socialismo no se trabaja, que todo lo proporciona el Estado, generando vagancia en la sociedad y una economía atrasada. ¡El mayor de los absurdos! Sin el trabajo de la población el Estado nada tendría que ofrecer. La garantía en el acceso a los derechos depende directamente del cumplimiento de los deberes productivos. Pero además, sin la correcta administración de la economía, el gobierno de Cuba no habría soportado estos 50 años de bloqueo imperialista. Logrando, aún así, darle a su pueblo un nivel de vida superior al que tiene la población salvadoreña.

La diferencia es que en la isla, el trabajo y la riqueza que se generan se reparten entre la población. En el capitalismo el trabajo lo realiza el obrero/a, el empleado asalariado/a (el proletario/a) y el campesino/a. Los dueños de los medios de producción solo mandan y se apropian de la riqueza. Ese es el verdadero miedo que sienten, a tener que trabajar y tener que renunciar a sus privilegios clasistas.

En segundo lugar, es por la enorme responsabilidad de lucha y compromiso solidario del pueblo que la Revolución Cubana ha sobrevivido durante 50 años los embates del imperialismo capitalista, enfrentando un deshonroso e inhumano bloqueo económico. Es una ofensa mayúscula acusar al pueblo cubano de llevar una vida "tristemente holgada sin mucha responsabilidad" como si se la pasaran durmiendo. Pero claro, creen que el pueblo a decido sacrificar su "libertad" por llevar esa vida. 

Pero, ¿cúal "libertad"? ¿La capitalista? ¿Donde hay un montón de partidos que al final se someten a los poderosos intereses económicos, gobernando para ellos bajo un falso discurso democrático. Donde la libertad de comerciar es privilegio de unos. Donde el capital es más importante que el ser humano. Donde la impunidad paga mejor a jueces, fiscales o abogados que la justicia. Donde el mercado permite el tráfico de drogas, la trata de personas, el lavado de dinero, la concentración del capital y la expansión de la pobreza? Por eso la palabra "regulación" en el marcado es para ellos una ofensa mayor que una blasfemia a su dios.

¿Pero que tiene que ver todo esto con el fmln? pues que al final quieren hacer creer que si gana el fmln quien mandaría aquí sería Fidel, lógico si uno juzga por su condición, como aquí manda la embajada cuando la derecha gobierna, pues no pueden pensar de otra forma. El proyecto del fmln nada tiene que ver con el proceso que se lleva a cabo en la isla. Pero les da terror a los capitales pensar que el pueblo pueda llegar a comprender que no necesita oligarquías ni para vivir, ni para desarrollarse.

viernes, 13 de septiembre de 2013

La Lucha es Ideológica.

Palabras de Pablo Guadarrama en el foro Fascismo y Recolonización en América Latina.
tomado de:
http://humanidadenred.org.ve/palabras-de-pablo-guadarrama-en-el-foro-fascismo-y-recolonizacion-en-america-latina/ 

Pablo Guadarrama es Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, profesor Titular de la Cátedra de Pensamiento Latinoamericano del Departamento de Filosofía, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara. Es también Doctor en Filosofía por la Universidad de Leipzig, Alemania, Doctor en Ciencias en Cuba y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Trujillo del Perú.

Buenas tardes, quiero agradecer a los organizadores del jurado de este prestigioso premio la invitación a formar parte de él y particularmente de esta mesa, que puede parecer le a algunos hasta un ejercicio un ejercicio teórico que tal vez no tenga mucha significación o trascendencia. Sin embargo, me parece que para la derecha tradicional si, es decir, esos ejercicios teóricos a veces han tenido mucha significación, Albert Einstein decía que no hay nada más práctico que una teoría y Lenin que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, yo creo que no es una casualidad que el presidente Hugo Chávez haya dado tanta importancia al debate teórico, promovido estos premios, como el Libertador al pensamiento crítico, a los foros de filosofía, a los debates públicos de los intelectuales, tal vez aprendiendo incluso de la derecha, porque a veces, la derecha ha aprendido más de la izquierda, que la izquierda de la derecha.

Si usted mira el documento de Santa Fe 2, que es la plataforma programática del partido republicano de los Estados Unidos de América, ahí se cita a Antonio Gramsci y se dice “Antonio Gramsci, marxista italiano dijo que la clase obrera por si sola no es capaz de tomar el poder político, pero con la ayuda de los intelectuales si puede”, por esa razón es que la ofensiva ideológica incluso en los Estados Unidos, desde hace mucho tiempo, desde la guerra fría, después de la segunda guerra mundial, desde el Mcarthismo cuando se introdujeron los famosos puntos cuatros, para ir los introduciendo en las universidades latinoamericanas, en mi universidad, la Universidad Central de Las Villas en Santa Clara, se creó una oficina del famoso punto cuatro, que son las nuevas versiones hoy de las agencias norteamericanas para permear la intelectualidad de las universidades.

Entonces, si uno sabe que eso es una ofensiva ideológica de carácter teórico, uno tiene que ensayar las armas teóricas para el debate que no es solamente teórico, es un debate político-práctico. Pero pasa que nosotros utilizamos términos, pero no manejamos las etimologías, confundimos unas ideologías con las filosofías, y por eso yo, en el acuerdo que hicimos anoche entre nosotros (Jurado del PL), voy a hacer una introducción al debate de como el fascismo en tanto que ideología, para diferenciarlo de otras ideologías y de la filosofía.

Desde que surge la modernidad aparecen nuevas ideologías, no quiere decir que no existieran ideologías en la antigüedad, en el medioevo, en todas las épocas han existido ideologías, pero ¿qué es una ideología? En primer lugar porque también es necesario que sepamos que entiende cada uno por ideología, porque el término fue creado en el siglo XIX por Destutt de Trac, un filósofo francés de la época napoleónica que fue fusilado como un mentiroso por Napoleón igual que Cavanici y otros pensadores, entonces por eso fue mal interpretado el término ideología como falsa conciencia, incluso como Marx y Engels lo manejaron en su libro inédito para la época “La ideología alemana”.

Sin embargo, ya para finales del siglo XIX ese concepto empieza a evolucionar, ya no se ve simplemente como conciencia equivocada, se empieza a ver en Max Weber, en Emile Durkheim y una serie de sociólogos, incluso es más ya comienza a verse en la tradición marxista como algo necesario, y Karl Kautsky que maneja la obra de Marx y Engels antes que aparezca Lenin posteriormente, habla de la necesidad de importarle a la clase obrera una ideología socialista, porque Lenin va a decir que la clase obrera no genera por sí misma esa ideología y que genera una ideología transdeudionista, o sea sindicalista, solamente mejoras laborales, pero no para un cambio social revolucionario, por eso Lenin va a hablar de una ideología científica del proletariado.

Pero no vayamos a pensar que solamente las izquierdas han generado ideologías, la constitución de la modernidad genero ideologías liberales y conservadoras, las conservadoras han existido en todas las épocas, ustedes recuerdan que Simón Bolívar en la carta de Jamaica y luego se lo repite a Santander en 1823 le dice “en todas las grandes guerras civiles hay dos partidos, los conservadores y los reformadores, los primeros abundan más porque es más fácil atenerse a las voluntades y a las potestades establecidas, los segundos somos minorías pero más vehementes e ilustradas, por suerte entre nosotros la masa física ha seguido a la inteligencia” es decir, los conservadores tuvieron que replegarse, aunque después de la independencia… y sigue Bolívar “yo diré a usted lo que puede hacer expulsar a los Españoles de estas tierras, será la unión, más esa unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por esfuerzos unidos y bien dirigidos”, así dice Bolívar ¿qué quiere decir con esto? Que había una ideología conservadora que además es muy cómoda, porque no tiene que elaborar un nuevo diseño de sociedad, es más de lo mismo, es mantener el viejo régimen, por eso en el gobierno conservador no necesita de ilustrados “vehementes y cultos”, como el caso de Bolívar.

Entonces, si nosotros vemos que hay unas ideologías conservadoras, y además como conjunto de concepciones teóricas de ideas, o que la preocupación de las ideologías no es tanto la racionalidad, ni la argumentación ni el poder lógicos, a diferencia de las filosofías. La diferencia mía, es que las filosofías tienen como poder fundamental el argumento de la razón, las ideologías todo lo contrario lo que tienen es la razón del argumento del poder. Esa es la diferencia básica. Por lo tanto, las ideologías no necesitan tanto de la racionalidad, pero si a veces necesita, y cuando necesitan apelan a qué, a las filosofías. El conservadurismo se nutrió de la escolástica, del eclecticismo, del krauzismo, de toda una serie de ideologías tomistas o neotomistas.

El liberalismo que aparecía como una ideología renovadora, para confrontar a la modernidad, la democracia, la fraternite, la igualité, para dogmas de la modernidad, necesitaba también de argumentos filosóficos, dónde los encontró, en el positivismo, en el utilitarismo, en el pragmatismo, en el empirismo. Cuando se fueron conformando esas dos grandes ideologías en el siglo XIX, se fueron conformando nuevas ideologías contestarias, que ya no se contentaban con completar la modernidad, sino subvertir la modernidad y crear una sociedad más humana, más justa; el socialismo o el comunismo, el anarquismo. Pero no nos confundamos, son ideologías con sus especificidades. El socialismo trata de completar realmente lo que ni siquiera el liberalismo pudo lograr, y por eso uno se sorprende que Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, aquellos jovenzuelos de 24 y 26 años hayan escrito “la inspiración fundamental del partido de los comunistas es el logro pleno de la democracia”, la gente dice “cómo va haber democracia si son los enemigos de la democracia”, pero hemos creído que la burguesía es la que ha generado la democracia, la que tiene el democratómetro, para medir la menor o mayor calidad de la democracia, igual que el tema de los Derechos Humanos, he publicado algunas cosas que están en internet para que vean que eso es falso.

El socialismo desde que se aparece intenta el cuestionamiento de la modernidad nos solamente con argumentos ideológicos sino también filosóficos, desde el materialismo histórico, una dialéctica científica. Pero también aparecen algunas otras formas ideológicas que son contestatarias, como el anarquismo, con base filosófica también, nihilistas, escépticas, voluntaristas y a veces hasta irracionalistas, algo peligrosas. Cuando están conformadas esas cuatro ideologías básicamente, es que las sociedades van avanzando hacia un proceso de radicalización de la constitución de la modernidad, y aparecen unas crisis en la sociedad capitalista, que parece ser que ni el conservadurismo ni el liberalismo, ni el socialismo, ni el anarquismo le daban una solución, es cuando aparece el fascismo como una presunta solución a esas crisis económicas y violentas, si usted quiere entender el fascismo vea la película de Igmar Bergman “El huevo de la serpiente”, ahí se muestra cómo una obra de arte expresa menor cómo una pareja está en una crisis de todos los referentes y entonces aparece el fürer, el salvador, el hombre fuerte. Yo una vez llegué a Buenos Aires en el año 1982 y me dice un taxista “y vos de donde venís” y digo yo -de Cuba y dice “ah que falta nos hace aquí un Fidel Castro, o un Pinochet da igual, aquí lo que hace falta es un hombre macanudo”, es un ejemplo para que usted vea como es una ideología totalitaria, la ideología del hombre fuerte es el fascismo.

Donde quiera que hay situación de crisis, el aufhebung diría Hegel, ahí hay un caldo de cultivo para ideologías totalitarias, y eso fue lo que pasó en Italia con Musolini, en la Alemania de Hitler, en Japón o en la República cuando el auge del falangismo de Franco. Con distintos matices aparecen estas ideologías, y en particular una que aparentemente tiene una serie de características muy peligrosas. Primero es demagógica, totalmente demagógica, hasta se disfrazan de socialistas, Partido Nacionalsocialista de Hitler, aparece con fórmulas populistas, el volkswagen sale de ahí, una ideología pequeñoburguesa. El fascismo aparentemente utiliza una ideología populista, de servir a los intereses de los sectores populares, y sobre todo de la clase media, que la explota mucho, utiliza todos los recursos posibles, pero también subyace un elitismo, una xenofobia, un racismo, un totalitarismo, una vía totalmente antidemocrática, porque piensa que la democracia no le favorece. 

Pero no olviden que la burguesía es aparentemente democrática cuando va ganando, pero cuando ve en peligro sus conquistas viene el golpe de Estado, ahí tienen ustedes a Pinochet, ahí tienen el golpe de Estado que se le hizo al presidente Chávez, lo de Correa, hay muchos ejemplos para demostrar que cuando ellos creen que pueden asegurar el poder por la vía democrática son los más demócratas del mundo, pero cuando no, ahí viene el golpe fascista. Entonces el fascismo se convierte en una ideología extremadamente peligros, que aflora en momentos muy coyunturales, muy de crisis y que aparenta ser la solución, exacerbando el nacionalismo, contra el internacionalismo. A diferencia del socialismo que es solidario, internacionalista, el fascismo es chovinista, nacionalista en extremo y sobre todo elitista. De manera que, esta ideología tiene una serie de aristas que la hacen muy peligrosa y que lamentablemente cuenta con el apoyo de los grandes grupos internacionales, como el club de Wildenberg, el departamento de Estado ¿De dónde han nacido todas las dictaduras del Cono Sur? ¿De donde ha surgido Batista? ¿De donde salió el Plan Cóndor? De los Estados Unidos, auspiciados por oligarquías internas, que no han dudado de medidas de corte fascista. De manera que, creo que el fascismo es un peligro latente que no podemos ignorar, que aparentemente en algunos países parece que no, pero hay que pensar que ha pasado en Paraguay, qué ha pasado en Honduras, esos golpes de otro tipo, pero que de todas formas una ideología de corte fascista.

A mi me parece, para concluir y darle la oportunidad a mis colegas, que el deber que tenemos nosotros intelectual es, si alguien por ahí dijo que el deber de todo intelectual revolucionario es ser buen revolucionario, yo diría que ante todo es ser buen intelectual, pensar teóricamente en los nuevos fenómenos que se plantean las épocas contemporáneas, e invocando al maestro de Bolívar, Simón Rodríguez en ser profundamente originales, aprender de los europeos en ser originales, “intentamos o erramos”, y eso que quiere decir, no ser miméticos, no pensar que fórmulas de otras latitudes nos pueden dar soluciones, pero no ignorar las experiencias de los otros, porque hay que aprender de los errores ajenos y de los propios. Esa es la tarea que tenemos en el mundo intelectual, y por eso es que los intelectuales, o los que aspiramos a serlo, somos medio peligrosos, en determinadas universidades.

Yo en los últimos tiempos trabajo en la universidad Nacional de Colombia, en la maestría de ciencias políticas, y ahí los alumnos ponen unos grafitis, que con frecuencia los borran y los vuelven a pone, “Pienso, luego estoy en peligro de dejar de existir”, porque pensar siempre es una acto político, aunque no se piense siempre en política, pensar es cuestionar, criticar. Yo los convoco a pensar con cabeza propia, que es como yo termino en mi libro “Pensamiento latinoamericano”, un pensamiento propio ante las nuevas manifestaciones del fascismo, de los nuevos totalitarismos, estamos obligados a heredar instrumentos teóricos a las nuevas generaciones. Muchas Gracias.

Prensa: Red de Intelectuales y Artistas enDefensa de la Humanidad.

jueves, 5 de septiembre de 2013

8 Mitos y Aclaraciones Sobre el Socialismo


1. Los socialistas quieren tomar tu propiedad.

Este mito confunde la propiedad privada con propiedad personal. Cuando el socialismo habla sobre la abolición de propiedad privada, está refiriéndose a la socialización de los medios de producción (los recursos y la maquinaria que crea riqueza). La gente trabajadora (proletariado = asalariado) no son los dueños de este tipo de propiedad -por lo cual tenemos que trabajar (ser empleados) para sobrevivir. Hoy en día, la riqueza de los 1.000 billonarios del planeta es igual a la riqueza de los 3.5 billones mas pobres del planeta. El socialismo es un orden donde los que tienen más deben a portar más para el beneficio común y en donde la riqueza debe ser propiedad común pues se genera con el trabajo de todo un pueblo y no convertirse en propiedad privada de unos pocos capitalistas.

El Socialismo no tienen interés en quitar las casas, carros, o los artículos personales que son para el uso individual. En realidad, como la crisis hipotecaria ha demostrado, bajo el capitalismo los bancos son dueños de las propiedades personales también, y lo arrebatan cuando quieren.

2. El socialismo está contra la democracia y favorece la dictadura.

El sistema “democrático” de dos o más partidos bajo el capitalismo es en verdad una dictadura de los ricos. Bajo tal dictadura, la gente trabajadora (empleada) crea toda la riqueza, pero los capitalistas -que son los dueños de las transnacionales y los bancos- tienen todo el poder económico y lo utilizan para controlar la política. Este hecho nunca cambia, sin importar que tengamos el derecho de votar y aparentemente elegir, pero la verdad es que tenemos la oportunidad de escoger quien nos va oprimir mañana. Mientras que las decisiones importantes se toman en salones ejecutivos. 

Bajo el socialismo, los enormes recursos de la sociedad no se concentran en manos privadas. Estos son utilizados y distribuidos de acuerdo a un plan que la clase obrera (ahora propietaria) y sus organizaciones populares que consultan y deciden junto con el resto del pueblo. Dado que la riqueza no será concentrada en las manos de una élite pequeña, esto crea la base para una democracia genuina -verdadero “poder al pueblo”- por primer vez.

3. Bajo el socialismo, no hay iniciativa para trabajar.

Es tal vez el mayor de los mitos, que en el socialismo nadie trabaja y el Estado regala todo, nada mas absurdo. El Socialismo recompensa el trabajo laborioso de manera equitativa, mientras que bajo el capitalismo la gente mas rica es la que no hace nada de trabajo. En una sociedad socialista, la clase obrera controla los medios de producción y las ganancias de su labor por lo que tiene el mayor interés por realizar la capacidad máxima de su trabajo. La motivación principal para trabajar en el capitalismo es la amenaza de ser despedido o de sufrir hambre. Bajo el socialismo a una persona se le paga de acuerdo al trabajo que hace. Bajo el capitalismo, los miembros menos productivos de la sociedad -la banqueros y los gerentes de corporaciones y los dueños del capital- se hacen asquerosamente más ricos mientras que la gente trabajadora (empleados) vive de cheque a cheque.

4. El socialismo es contra la naturaleza humana.

La “naturaleza” humana cambia dependiendo del tipo de sociedad en que estemos viviendo. Marx explicó que las ideas dominantes y actitudes de la sociedad son aquellas de su clase dominante, lo que Gramsci denomino "pensamiento hegemónico" el pueblo obrero asume como propio el pensamiento o ideología del capitalismo, lo asume como normal o "natural". Nos han enseñado a creer que los humanos somos naturalmente violentos, explotables, egoístas o que unos tienen más por méritos y otros menos por deméritos y que la sociedad esta dividida en clases por que es natural que haya diferencias. Estos son los principios sobre cuales nuestra sociedad esta creada; Pero repasando la historia humana, incluyendo miles de años de sociedad comunales y sin-clases, podemos ver que otra “naturaleza” existe. Hasta en nuestra sociedad actual, podemos ver en nuestras vidas diarias ejemplos inmensos de sacrificio compartido y solidaridad, hasta aquellos que no hacen la noticias de la noche.

5. El socialismo esta en contra de la libertad de religión.

El Socialismo consideran religión un tema privado, y lucha activamente contra la discriminación basada en la religión. Marx nunca llamó a la prohibición de religión. Él explicó como la instituciones religiosas históricamente han impedido que la gente luche contra la opresión; al contrario, algunas instituciones religiosas dirigen al pueblo trabajador y pobre a que se sometan a sus condiciones de vida sin protestas y que esperen para una vida mejor en el mas allá.

Sin embargo, hay muchos ejemplos de movimientos que han usado ideologías religiosas mientras luchaban para un mundo mejor. Aunque muchos socialistas son ateos, el PSL sinceramente invita a las personas de todas la creencias que quieren luchar para hacer ese mundo una realidad a trabajar unidas.

6. El socialismo solo habla de la opresión de clases y no de los otros tipos de opresión.

Dentro del socialismo es una linea base la lucha incansable contra todo tipo de opresión. Creemos que el racismo, sexismo, odio anti-inmigrante, homofobia y todo tipo de discriminación divide al pueblo trabajador y pobre y se le debe enfrentar si queremos seguir adelante. Nos ponemos en la tradición revolucionaria de socialistas que levantaron la bandera de liberación afro-americana, liberación de mujeres, y liberación de la comunidad LGBT.

7. El socialismo colapsó cuando la Unión Soviética colapsó.

El Socialismo como construcción teórica y praxis revolucionaria no depende de un Estado singular. Existirá mientras el sistema explotador del capitalismo exista. Si existía antes de la Unión Soviética entonces existirá después de ella. Es una teoría de cómo organizar la sociedad en una manera que elimina la escasez, la explotación y sobre como poner control sobre la producción para que no exista especulación.

Existen unos cuantos gobiernos que están intentando construir el socialismo. Cuba, un país que fue empobrecido por el colonialismo, es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando los recursos de la sociedad están utilizados para satisfacer las necesidades del pueblo en vez de enriquecer a la clase capitalista. La Unión Soviética fue el primer experimento donde el pueblo trabajador y pobre tomo el poder. A pesar de sus propias contradicciones, proporcionó cuidado medico universal, educación gratuita, derecho al empleo, cuidado de niños gratuito, también garantizo descanso materno y días de vacaciones para todo trabajador.

8. El socialismo no tiene raíces históricas en los Estados Unidos.

Socialistas han sido participantes constantes y dedicados en todas las luchas principales en que la clase obrera estadounidense ha participado. Varias de las principales fechas festivas socialistas -Día Internacional de los Trabajadores y Día Internacional de la Mujer- comenzaron en los Estados Unidos. Los primeros sindicatos fueron establecidos por radicales que querían eliminar el capitalismo. Durante la Gran Depresión, los socialistas fueron lideres en el movimiento sindical y organizaron a los desempleados. En los años 60, figuras principales de las luchas contra racismo, guerra, sexismo reconocieron que solo el socialismo podrá poner fin a estas injusticias.

Content may be reprinted with credit to LiberationNews.org.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Por Un Nuevo Curso Del Comunismo Revolucionario.

Emmanuel Barot.

El “comunismo” ha regresado estos últimos años a la escena pública, emblemáticamente bajo el rostro de una “Idea” en torno a la cual se mueven algunos grandes nombres de la “izquierda de la izquierda” europea. ¿Qué hacer, entonces, para que la Idea se reapropie de las masas –es decir, que esas masas se reapropien de ella, le hagan perder su mayúscula y que vuelva a ser una fuerza material–?

“No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de lograr, ni más peligroso de manejar que aventurarse a introducir nuevas instituciones; porque quien las ha introducido tiene como enemigos a todos aquellos que se beneficiaban con el viejo orden, y sólo tiene tibios defensores en aquellos que se benefician con el nuevo orden. La tibieza en ellos proviene por un lado del temor a los adversarios que tienen la legislación antigua de su parte, también por otro de la incredulidad de los hombres en las cosas nuevas si no ven ya realizada una experiencia segura”. Maquiavelo, El príncipe, 1513

Se lo creía definitivamente enterrado con el muro de Berlín, y sin embargo, gracias a una conflictividad social proporcionada por los efectos de la crisis del capitalismo mundial, el “comunismo” ha regresado estos últimos años a la escena pública, emblemáticamente bajo el rostro de esta “Idea” en torno a la cual, luego de una ambiciosa “Conferencia de Londres” en 2008, se mueven algunos grandes nombres de la “izquierda de la izquierda” europea (Badiou, Zizek, Negri, Balibar, etc.). Muy plástica, esta Idea se benefició del estancamiento del altermundialismo al recombinar algunas de sus mayores ilusiones: en esas “multitudes” que supuestamente hacen la revolución en un Imperio acéfalo, mediante las redes sociales y “sin tomar el poder”, o también en las virtudes salvadoras de “Acontecimientos” que saltean milagrosamente la prosaica pesadez histórica, ilusiones que germinan de la supuesta descomposición del “Sujeto” proletario de la historia. Pero el gran relato ideológico del postmodernismo se ha quitado la máscara, y el postmarxismo de la Idea se estrella contra las experiencias contemporáneas de autogestión y de control obreros, y más ampliamente contra esas contagiosas indignaciones y semirrevoluciones que, desde 2011, manifiestan cada vez un poco más que, detrás de la convergencia de las aspiraciones de estos pueblos en rebeldía, hasta e incluyendo los contrastes visibles directamente sobre sus formas espontáneas, en última instancia sigue jugándose el drama histórico de las clases en lucha.

Desde luego, en un capitalismo más desinhibido que nunca, ese regreso de la Idea ha marcado un paso en la salida de la autocensura y la culpabilidad histórica asociadas al estalinismo y sus abortos, y en la letra, ha alimentado ese “arte estratégico” por el que Bensaïd militó hasta el final (aunque eso no siempre haya sido suficiente para disociarlo claramente de esos prosistas de moda). Pero, ¿a qué precio, en verdad? De la letra al espíritu, y del espíritu a la acción, el abismo es inmenso, quizás infranqueable.

1. Al son de “la Idea”, bajo un aspecto “marxiano”, comunismos sin socialismo y sin política.

El “comunismo” como reparto y puesta en común de los principales medios materiales de existencia (ante todo, la tierra) ha sido el destino transitorio, bajo formas relativamente rudimentarias, de algunas sociedades primitivas. Luego se ha convertido en una aspiración esencialmente moral, a veces cruzada con el cristianismo, y bajo la forma de ciudades ideales desde la antigua república de Platón hasta la Icaria de Cabet pasando por la isla de Utopía de Tomás Moro. El comunismo no se ha enunciado como verdadero proyecto político hasta el siglo XIX, en la estela de 1789: espectro de la destitución del capitalismo en auge, rechazo ofensivo al destino atroz que este infligía a su “secreto vergonzoso”, fuente sobreexplotada de su riqueza y de su desarrollo planetario, el proletariado, nacido de un “pueblo” que antaño había unido fuerzas sociales de contornos inciertos contra el feudalismo, y en lo sucesivo separado en clases absolutamente antagónicas. Por eso Engels en los Principios del comunismo en 1848 lo definía como la “negación” del poder burgués y, positivamente, como la “teoría de las condiciones de la liberación del proletariado”, resumiendo así el contenido del nuevo “Partido” histórico a apropiarse del que Marx y él escribían entonces el Manifiesto.

Entre los años 1830-40 de génesis de su contenido político, y los debates de la Primera Internacional luego de la socialdemocracia alemana, usaron los dos términos “comunismo” y “socialismo” a veces como sinónimos, o haciendo variar el sentido de su distinción, incluso solo utilizando uno de los dos. Frente a los modelos industrial-cooperativistas de Owen y Saint-Simon, a los falansterios de Fourier, poco a poco se impuso el emblemático “socialismo científico” del que, sin embargo, La ideología alemana ya había fijado lo esencial con el término “comunismo”, entonces planteado como sinónimo de “materialismo práctico”, y como “ni un estado que debe ser creado, ni un ideal al que debe ajustarse la realidad”, sino al contrario el “movimiento real que suprime el estado actual”, cuyas “condiciones” “resultan de las premisas actualmente existentes”. Pero un movimiento orientado por los proletarios según una meta consciente, un objetivo, un fin, aunque sea aproximativo: una nueva asociación de hombres desalienados, liberados de la propiedad privada y de la mercantilización de su ser individual y social, basado en un nuevo modo de producción racionalmente planificado habiendo abolido las clases y el Estado. Solo con Lenin en El Estado y la revolución el “socialismo” es homologado formalmente (y en el doble contexto muy particular de la situación rusa y del verano de 1917) con la fase transitoria de la dictadura del proletariado, preludio “inferior”, económico-estatista, del comunismo considerado como su “fase superior”.

La distinción fue canonizada y utilizada luego por el contrarrevolucionario “socialismo en un solo país”, que finalmente se hundió antes del pasaje previsto al estadío final. Desde entonces, cuando un Badiou habla del comunismo auténtico sugiriendo que no tiene nada que ver con la historia de ese “socialismo” reducida al estalinismo, ¿qué otra cosa hace, sino acompañar la misma antidialéctica? Él se dice postmarxista, mientras que otros ahora se dicen “marxianos” y pretenden separar la paja del trigo, recobrar a Marx mientras, con una operación análoga, borran la historia ininterrumpida, sin mayúsculas, del movimiento obrero, la única sobre la que, tanto en sus fracasos como en sus andanzas, y a pesar de la violencia de sus choques, hoy el comunismo puede volverse a situar en su profundidad histórica. Sin embargo, no confundiremos a esos autoproclamados “marxianos” que llegaron tarde, más o menos perfumados con neoestalinismo, con otras dos categorías que usan el mismo vocablo. Otros “marxianos” actuales no tienen los mismos trapos sucios, y se contentan con expresar de ese modo que defienden a Marx y al comunismo, mientras permanecen muy distantes del movimiento obrero, sus partidos y sus sindicatos, no por memoria selectiva, sino porque no tienen o han perdido el sentido de lo que implica hacer política –por esto persiguen, como parte de los comentadores de la Idea, el repliegue en el concepto que, hace algún tiempo, Anderson había identificado esquemáticamente como marca de fábrica del “marxismo occidental”. La tercera categoría de “marxianos” es muy anterior a 1989. Heredera de las primeras oposiciones de izquierda, estas se oponían desde la posguerra, rechazando tanto al capitalismo como al estalinismo, a este “marxismo” (declinando en “leninismo”, luego en “maoísmo”, etc.) que desde los años 1920 se había constituido objetivamente en ideología al servicio de la contrarrevolución. Esta tradición acusó con frecuencia al trotskismo de haber intentado combatir al estalinismo dejándole equivocadamente la elección de las armas, por lo tanto participando de su contrarrevolución desde el interior. A la inversa se le pudo reprochar su pretención al ni Moscú-ni Washington, posición que efectivamente fue cómoda para algunos (que por otra parte se derechizaron y abandonaron a Marx, participando finalmente, desde el exterior, esta vez en la contrarrevolución), pero que para otros fue estar al filo de la navaja, posición difícil de mantener, inclusive funesta (fueron atacados de todos lados, incluso engullidos en la represión).

Esta configuración contrastada del “marxiano”, y el uso balbuceante de nunca acabar de ese “yo no soy marxista” pronunciado una vez por Marx, no autoriza entonces ninguna interpretación unilateral. Para evitar perderse, una sola brújula: el comunismo que en 1848 era la teoría y la praxis “de las condiciones de la liberación del proletariado”, hoy será la teoría y la praxis de las condiciones de la liberación de los proletarios del siglo XXI, sean jóvenes o viejos: los trabajadores explotados, precarizados, más o menos oprimidos además por su género o su etnia, por la clase capitalista, sus capataces estatales o sus aliados reaccionarios. Actualmente empleados o desocupados, estudiantes o jubilados, han hecho, hacen o harán girar los diferentes sectores de la producción y de la reproducción sociales mediante su fuerza de trabajo, y componen este vasto ejército industrial activo o de reserva que el capital ha necesitado siempre. ¿Qué hacer, entonces, para que la Idea se reapropie de las masas –es decir, que esas masas se reapropien de ella, le hagan perder su mayúscula y que vuelva a ser una fuerza material?

2. Estrategia dialéctica y necesidad histórica.

La dualidad entre “fines pretendidos” y “movimiento real”, las oscilaciones del vínculo socialismo-comunismo, y más ampliamente la ausencia de teoría unificada del comunismo en Marx expresan el carácter radicalmente dialéctico e histórico del concepto. Solo una visión antidialéctica y ahistórica puede proponer una teoría acabada de una sociedad que no existe todavía (en donde el “movimiento real” desaparecería), al igual que simultáneamente, la ausencia total de anticipación racional conduce a navegar de una manera puramente pragmática y lógicamente oportunista (desvaneciendo todo “fin” esta vez). Marx quería evitar esos escollos: la dialéctica solidariza orgánicamente el análisis científico de la situación existente, y el movimiento prospectivo hacia la situación posible y deseable. Ella es este pensamiento negativo, decía Marcuse en su prefacio de 1954 a Razón y revolución, capaz de pensar lo que es, en los términos de lo que no es. Las normas y las posibilidades impregnan los hechos, y esta negatividad que los trabaja desde el interior es lo que hace justicia a la dialéctica, por eso para Marx es “en su esencia, crítica y revolucionaria”. Porque “en la concepción positiva de lo existente se incluye la concepción de su negación, de su destrucción necesaria; porque conoce cada forma hecha en el fluir del movimiento y por lo tanto también su aspecto perecedero.” (prefacio de 1873 al Libro I de El Capital).

En las antípodas de toda inevitabilidad del aplastamiento del capitalismo y de la revolución proletaria, esta estrategia dialéctica no incluía, en materia de teoría de las condiciones de la transición revolucionaria del capitalismo al comunismo, ningún a priori mecánico sobre la naturaleza del ritmo, de las “etapas” que las sociedades y sus proletariados a escala mundial supuestamente seguirían, ni ha presentado una solicitud de patente sobre el nombre a dar a este período de transición –lección cuya principal heredera es la ley trotskista del desarrollo desigual y combinado. Marx y Engels han inferido de las contradicciones del capitalismo una tendencia objetiva a la radicalización explosiva de la lucha de clases, pero, lúcidos sobre las contratendencias simultáneamente en marcha, sabían bien que el capitalismo no es ni natural, ni insuperable, sin embargo, no hay garantía de que a imagen de una ley de la naturaleza una revolución sea su ronda ineluctable”. Hoy todo el mundo está de acuerdo en el rechazo al “necesitarismo” y a las escatologías. Sin embargo hay una necesidad en marcha: el capitalismo sólo será abolido en virtud del peso de sus contradicciones internas, y no gracias a cualquier poder exterior, transcendente, milagroso. Pero decir que si perece, es necesariamente por sus contradicciones internas, no es decir que el capitalismo perecerá necesariamente. En resumen, no hay que equivocarse de “necesidad”: la única racionalmente defendible –dejando de lado la hipótesis de un apocalipsis nuclear– es la de una destrucción voluntaria y organizada del capitalismo realizada por un proletariado que habría logrado reunificarse.

Por heterogéneo y dividido que esté en cada país y a la escala de los cinco continentes, no se podría decretar de antemano que no será capaz de lograrlo: los hombres hacen su historia sobre la base de las condiciones anteriores, y ninguna colonización del futuro es legítima. Por lo tanto, es necesario prepararse siempre para todo, en particular repetía Lenin, para lo improbable.

3. Comunismo e izquierdismo: la autocrítica para la autoorganización

“Las revoluciones no se hacen con leyes”.
  El Capital, Libro I, c. XXIV

Por lo tanto, es mayor la diferencia entre puntualizar de manera idealista o mecánica etapas definidas abstractamente, y decir que la revolución se hará progresivamente, en consecuencia por definición por etapas, mientras se establece que esas etapas o ritmos, y las consignas transitorias que las suscitarán o las orientarán, seguirán las singularidades y las prioridades de los contextos geopolíticos. Hecha con rasgos viejos y nuevos, inestable, híbrida, contradictoria, toda experiencia revolucionaria ha ilustrado e ilustrará la necesidad evidente de tener que hacerse cargo siempre de todo, sin por eso poder resolverlo, inmediatamente.

La dictadura del proletariado sigue siendo hoy la traducción más consciente de esta hibridez, en consecuencia, un concepto estratégico mayor, por una primera razón, simple: es impuesta por la permanencia de la dictadura del capital, cualquiera sea el color de la pantalla de humo sobre el fondo de la cual esta sacude periódicamente sus nuevos trajes, con cascabeles reformistas al tono. En segundo lugar, sin hablar de las imprecisiones que afectan a las múltiples “indignaciones” nacionales, lo sigue siendo porque el “socialismo del siglo XXI” a lo Chávez por ejemplo, acompaña estas peligrosas ilusiones de las que, sin embargo, Marx se había librado definitivamente con la generalización de la contrarrevolución en Europa después de 1848, al sacar la conclusión de que la destrucción del Estado burgués era un elemento cardinal de la transición revolucionaria. No obstante, las pruebas del siglo XX imponen, por la credibilidad de toda invocación a la dictadura del proletariado, que se movilice absolutamente todo para que su contenido real sea, como fin y como medio, la auto-organización máxima del proletariado, con la cual, únicamente además, este podrá reconquistar no sólo su consciencia de sí, sino sobre todo, su confianza en sí. La tan renovada comprensión del “siglo soviético” exige entonces de forma complementaria una autocrítica radical y uno de los caminos consistirá en volver a explorar la polémica entre comunismo e izquierdismo a la que Lenin otorga sus cartas de nobleza en 1918-1920.

Ser comunista antes era tener que evitar tanto las desviaciones de derecha (oportunistas) como las, puristas, de izquierda (izquierdismo) –aún cuando las dos no fueran de igual naturaleza. Ahora bien si nos hace falta volver a calibrar el “comunismo” a la medida del siglo XXI, entonces, lo que hay detrás de este término “izquierdismo”, ha sido reprimido después por el estalinismo, pero también ha sido minimizado en los trotskismos, debe ser objeto de un balance y de una evaluación metódicas: la tensión comunismo-izquierdismo fue una tensión inestable, dialéctica e histórica, nos concierne entonces redialectizarla y rehistorizarla. El peor error para un marxista consiste en grabar en el mármol lo que solo se escribe en la tierra.

Por un lado reconoceremos con algunas ultraizquierdas que efectivamente se cometieron diluciones y abdicaciones funestas, desde 1945, en nombre del “frente único”, y podrían cometerse aún. Por el otro, acompañaremos lo que Paul Valéry decía de la moral kantiana: que tiene las manos limpias porque no tiene manos –que algunas posturas oposicionistas tienen, de lejos, por demasiado desdialectizada y descontextualizada la relación de fines y medios. Estos dilemas son solidarios con los desacuerdos sobre el status y los efectos de la estatización en URSS (“colectivismo burocrático” vs “capitalismo de Estado” vs “estado obrero burocráticamente degenerado”…), sobre la naturaleza del rol del partido y de las direcciones revolucionarias, o también sobre la concepción de la vanguardia de los trabajadores. Estos desacuerdos persisten, impiden un balance plenamente común y por lo tanto elaborar una estrategia común. Pero esto no tiene nada de inoportuno, una unidad para la unidad ecuménica no es más fecunda en teoría que en política más que si ella era tiránica, y el pluralismo conflictual de la democracia obrera no ha sido nunca un freno a la acción racional: lo que importa, es lo que es políticamente correcto defender. Ahora bien si, por una parte, es correcto que algunos compromisos históricos sólo se superen con el olvido: lo que fue el estalinismo prohíbe absolutamente toda benevolencia con los neoestalinismos –y hará falta mucho tiempo–, por el contrario hay otros litigios (sobre 1917-1924 naturalmente) para los que semejante espera sería errónea, porque existe un terreno suficiente para negociaciones que, aunque no se escuchen en el comienzo, al menos podrían intentarlo operacionalmente en el final. En efecto, en un cierto grado de generalidad las diversas oposiciones de izquierda, desde 1918, de Ossinski en Rusia a Luxemburgo en Alemania y a los consejismos, hasta la Oposición Conjunta de 1926 en la que Trotsky aseguró el liderazgo como reacción al galopante Termidor soviético, y los herederos de todas estas corrientes, todos comparten la norma fundadora de la Asociación Internacional de los Trabajadores en 1864 que sigue siendo, más allá de los destinos de la II y III Internacionales, el acicate de la reconstrucción a llevar adelante. “La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”: lo que cuenta, entonces, es el reconocimiento de la centralidad de la auto-organización del proletariado, y de la existencia de una sola y única brújula para la lucha de clases: ¿qué es lo que unifica y fortalece duraderamente, o no, y cómo aumenta la conciencia de la posición y de la fuerza de los trabajadores? Sartre dijo: “cada vez que me he equivocado, es que no he sido bastante radical”. Nuestra responsabilidad es hacer vivir el marxismo con esta radicalidad por la cual es capaz de comprender y digerir su propia historia, y luego renacer de ella.

Trotsky atacaba de esta manera, sin concesiones, en 1923 en El nuevo curso, a esta burocracia que ya separaba al partido de las masas en todas direcciones. Pero otros lo habían precedido. Por lo que a nosotros respecta, reivindicar con fuerza la teoría de la revolución permanente, y remontarnos, contra él y Lenin en caso de necesidad, a algunas precoces lecciones de los “izquierdismos” que todavía no han sido suficientemente escuchadas, no son de ningún modo cosas incompatibles. Asumir frontalmente hoy que nunca más ninguna mayúscula merecerá el sacrificio de los proletarios en lucha sería una expresión, una entre otras desde luego, pero una particularmente entusiasmante y ofensiva, de un nuevo curso del comunismo revolucionario.

Traducción: Rossana Cortez.