lunes, 17 de junio de 2013

El Che, ¿un ícono?

Alan Woods
Lenin en El Estado y la revolución escribió: “Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar' y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”.

Después de su muerte, Guevara se convirtió en un icono de los movimientos revolucionarios socialistas y una figura clave de la cultura pop moderna en todo el mundo. La fotografía del Che de Alberto Korda se ha hecho famosa, aparece en camisetas y pancartas de protesta en todo el mundo. De este modo, el Che se ha convertido en un icono de nuestra época. Después de la muerte de Lenin, la camarilla dirigente de Stalin y Zinoviev crearon un culto alrededor de su figura. Contra los deseos de Krupskaya, su cuerpo fue embalsamado y expuesto al público en el mausoleo de la Plaza Roja. Más tarde Krupskaya diría: “Durante toda su vida Vladimir Ilych estuvo en contra de los iconos y ahora le han convertido a él en un icono”.

En noviembre de 2005, la revista alemana Der Spiegel escribía sobre los “revolucionarios pacíficos” de Europa a quienes describía como los herederos de Gandhi y Guevara [!]. Es una absoluta farsa. Deberíamos crear la “Sociedad para la protección del Che Guevara” frente a esas personas que no tienen nada que ver con el marxismo, la lucha de clases o la revolución socialista y que desean pintar una imagen completamente falsa del Che, como si fuera una especie de santo revolucionario, un pequeño burgués romántico, un anarquista, un pacifista gandhiano o alguna otra estupidez por el estilo.

Nuestra actitud hacia este extraordinario revolucionario es similar a la actitud que tuvo Lenin hacia Rosa Luxemburgo. No ocultaba sus críticas a los errores de Rosa Luxemburgo, pero Lenin tenía un gran concepto de Rosa Luxemburgo como revolucionaria e internacionalista. Aquí está lo que escribió sobre Rosa para defender su memoria contra los reformistas y mencheviques:

“A esto responderemos con una frase de una vieja fábula rusa: ‘Suele suceder que las águilas vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede remontar vuelo como un águila'. Rosa Luxemburgo [...] a pesar de sus errores fue -y para nosotros sigue siendo- un águila. Y no sólo los comunistas de todo el mundo venerarán su memoria, sino que su biografía y sus obras completas (cuya publicación los comunistas alemanes están demorando excesivamente, con la única excusa parcial de las tremendas pérdidas que están sufriendo) serán manuales útiles para la educación de muchas generaciones de comunistas de todo el mundo. ‘Desde el 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana es un cadáver putrefacto': esa frase hará famoso el nombre de Rosa Luxemburgo en la historia del movimiento obrero. Y desde luego, en el patio de atrás del movimiento obrero, entre los montones de estiércol, las gallinas tipo Paul Levi, Scheidemann y Kautsky cacarean en torno a los errores de la gran comunista”. (Lenin. Notas de un periodista. Obras Completas. Vol. 33. p. 210. En la edición inglesa).

El cuarenta aniversario del asesinato del Che Guevara ha sido la señal para una campaña ruidosa en su contra. Los ataques al Che no sólo proceden de la derecha. Hay ataques constantes de anarquistas, libertarios y todo tipo de “demócratas”. Las críticas al Che de Regis de Bray son particularmente desagradables, ese miserable renegado y cobarde, que jugó un papel pernicioso en la última campaña del Che en Bolivia y que más tarde se convirtió en reformista y asesor de Mitterand, ahora es un fiel servidor de la burguesía y el imperialismo.

Otros “intelectuales” como Jon Lee Anderson, que escribió un libro conocido sobre el Che, Jorge Castañeda y Octavio paz se han unido al coro de renegados y sinvergüenzas que compiten entre sí por “desmitificar” al Che, es decir, echar basura sobre su memoria. Esta desagradable campaña de calumnias cuenta con el apoyo de muchos en la “izquierda” de América Latina, que es sólo una indicación de la degeneración de la intelectualidad “democrática” en el período de decadencia senil del capitalismo.

El escritor Paul Breman, nos dice que el “culto moderno al Che” oscurece la obra de los disidentes y lo que él cree es una “lucha social tremenda” que actualmente se está realizando en Cuba. Sí hay una tremenda lucha social en Cuba, una lucha entre la revolución y la contrarrevolución, una lucha entre los que desean defender las conquistas de la revolución cubana y los que, bajo la falsa bandera de la “democracia” quieren arrastrar a Cuba hacia la esclavitud capitalista, como ya ha ocurrido en Rusia. En esta lucha no es posible ser neutral, y estos “intelectuales demócratas” se han puesto abiertamente al lado de la contrarrevolución capitalista.

Otro de estos sinvergüenzas, el autor Christopher Hitchens, que antes se consideraba como un socialista y seguidor de la Revolución Cubana, ahora, como otros muchos en un tiempo amigos de Cuba, han cambiado de idea. Escribe lo siguiente sobre el legado del Che Guevara: “La situación de icono del Che quedó garantizada porque fracasó. Su historia fue la de la derrota y el aislamiento, y por eso resulta tan seductor. Si hubiera vivido, el mito del Che hace mucho que ya hubiese muerto.

No, mi amigo Che Guevara no ha muerto sino que está muy vivo, y será recordado mucho después de que toda esta tribu miserable de fariseos burgueses haya sido olvidada. Sí, el Che fue derrotado, pero al menos tuvo el coraje de intentar luchar, y es mil veces mejor intentar luchar y caer honorablemente en la batalla por una causa justa, que parlotear, quejarse y gimotear desde los márgenes de la historia y hacer precisamente nada.