martes, 9 de septiembre de 2014

Ética: base para el cambio

La necesidad de entablar diálogos y lograr acuerdos, es indudablemente una premisa básica en el hacer político de cualquier grupo humano dentro del cual existan intereses opuestos en sus miembros, pero cuyas necesidades dependen de la misma tierra que habitan.

En ausencia del diálogo, las posturas llegan a ser a tal punto extremas e irreconciliables que es inevitable la guerra. Horroroso fratricidio que deja huellas y heridas tan profundas que es imposible que sanen con un “borrón y cuenta nueva” o con la imperiosa necesidad de olvidar para no buscar a los magnicidas de la historia.

¿Cómo puede reconstruirse una sociedad que sufrió una guerra en la que no hubo ganadores y sí muchísimos perdedores; donde la mayoría de las condiciones políticas, económicas y culturales que le dieron origen siguen presentes; donde los protagonistas del enfrentamiento continúan siendo actores en el proceso político; y donde a pesar de los cambios históricos, la población continúa defraudada por la clase política?

“Renovación”, “recambio”, “relevo”, son palabras que se están escuchando más fuertemente ahora que estamos a la vuelta de la esquina, nuevamente, de otras elecciones, gracias a un nuevo fenómeno socio-político que se presenta: Nayib Bukele. Empoderándose de un discurso que mueve el interés de la juventud, dice exactamente lo que todos y todas sentimos: estamos cansados de esta política corrupta, de políticos corruptos, que no resuelve los problemas de la gente.

El joven Nayib ha dado muestras de su visión y trabajo político con su gestión en Nuevo Cuscatlán, muy bien valorada por la población, y ahora el reto es replicar ese trabajo en San Salvador. Pero lo que le convierte en fenómeno es su capacidad de llegar a las masas de jóvenes desencantados de la política. Su discurso es simple: “ser joven no significa ser incapaz”; “ser rico no significa ser insensible con el pueblo”; “pertenecer a un partido no impide que se pueda ser crítico con el mismo”. Pero sobre todo, ha demostrado ser más eficiente y eficaz que muchos políticos de la vieja guardia con una acción simple, pero renovadora: honestidad.

Y es que la superación de los debates ideológicos solo puede darse a través de la praxis de la ética, que no es lo mismo que pragmatismo, en tanto que éste valora como bueno o útil lo que genere un beneficio, en cambio la ética no busca utilidad o beneficio, sino justicia. He aquí el mayor de los retos para un país en el que impera históricamente la impunidad del crimen y la delincuencia. 

Como cultura salvadoreña no tenemos una visión, y menos una praxis, de la política basada en la ética que potencie valores como la responsabilidad, el compromiso o el honor. 

Consecuentemente, la renovación política provendrá del cambio de actitud individual, de la reflexión sobre lo que somos como personas. Nayib puede ser el impulso para que esta juventud piense en lo que es y no es. Eso en sí mismo es una acción revolucionaria, que puede ser el paso, del pasado al futuro.