La noticia del cierre de Tutela
Legal del Arzobispado de San Salvador ha tomado por sorpresa a todas aquellas
personas que han luchado por la defensa de los derechos humanos en El Salvador.
“En 1977 monseñor Óscar Romero
creó el Socorro Jurídico, la oficina de ayuda legal del Arzobispado acumuló
unas 50,000 denuncias de violaciones a los derechos humanos cuyos expedientes
tienen un destino incierto.”[1]
La única institución que durante el
enfrentamiento armado y después de éste (antes de que se creara la Procuraduría
de los Derechos Humanos) se preocupo por defender al pueblo de los excesos de
la guerra y el Estado represor, recabando información, tomando declaraciones de
víctimas y testigos para realizar los procesos de justicia, ha sido cerrada sin
ninguna explicación válida y sin dar garantías de la preservación del archivo
acumulado.
Precisamente ahora cuando la Sala
de lo Constitucional ha aceptado estudiar la demanda contra la ley de amnistía,
es imposible pensar en una casualidad o cualquier otro pretexto que no ha
querido dar el Arzobispo Alas. Si la razón de ser, como ha dicho Monseñor
Rafael Urrutia[2], es que Tutela
Legal ya no tiene propósito pues ya no hay guerra ¿Por qué se cierra en estas
circunstancias, sin aviso al personal, cambiando chapas y aumentando la
seguridad privada? Es muy sensato que si ya no ven utilidad en esta oficina
pues se les avise y se les pida que se preparen los archivos para su traslado a
la Procuraduría de Derechos Humanos pues sería la instancia natural para resguardarlos
y utilizarlos en caso de ser necesario. Es la acción lógica si se busca
preservar la memoria histórica y el acceso a la justicia de las víctimas, pero no se da ninguna garantía
para la preservación de tan importante documentación.
Nos obligan a
preguntarnos ¿al servicio de quién está la iglesia de la que son representantes
estos sacerdotes Monseñor Alas y Monseñor Urrutia? ¿Es más fuerte el miedo a
los grandes oligarcas que el amor al martirio de profesar la fe y la justicia?
Obviamente sí.
Nuevamente la Iglesia Apostólica
Católica Romana de El Salvador (irónico) nos muestra a quien debe sumisión, al tiempo que da un martillazo
más a los clavos de la impunidad, nuestra más grande cruz como pueblo. Nada más
triste para Monseñor Romero -que amo tanto al pobre que permitió que una temerosa
bala le atravesara el corazón- que ver a
estos cobardes esconder la historia bajo sus sotanas.
Todos y todas sabemos que fue el
mayor Roberto D'Aubuisson, fundador de ARENA y organizador de los escuadrones
de la muerte, quien planificó y dio la orden de matar a nuestro San Romero de América, pero ni eso
se atreven a decir.
“Cristo al servicio de quien” decía
la canción, pero Cristo no tiene nada que ver con esta Iglesia que condena al
pobre a la injusticia y preserva la impunidad para quien paga con oro la sangre
del pueblo.
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